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Paseo por El Palo en silla de ruedas. Una odisea a eliminar.

De la mano de José Andrés, un vecino que padeció la Polio y que por ello necesita de una silla de ruedas motorizada para desplazarse de un lugar a otro, recorremos algunas calles de la barriada de El Palo, comprobando in situ las vicisitudes que, a veces por las barreras arquitectónicas y a veces por el incivismo de algunas personas, les toca lidiar a diario.






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"Recuerdo que tenía dieciocho años y que junto a un grupo de jóvenes como yo disfrutábamos de unos días de Convivencia. En uno de los ejercicios se nos preguntó por el futuro personal de cada uno: “¿Cómo te ves con 45 años?” Y yo ni corto ni perezoso dije algo como lo siguiente: “…Trabajando, casado y con un montón de hijos, feliz y moviéndome en silla de ruedas”. A mis compañeros de grupo les extrañó la respuesta, conocían mi positivismo y vitalidad. “… lo digo porque tuve la polio y llegado a esa edad es muy probable que lo que ahora hago no lo pueda hacer…”, añadí.

Me equivoqué. Pero por poco. No fue a los 45. Ha sido a los 57 pero hete aquí que aquella hipótesis se ha convertido en certeza. Yo entonces no lo sabía, y creo que nadie de aquel momento era consciente, ni por asomo, de la cruel realidad que a muchos de los que la polio nos afectó tendríamos, en el azote en forma de discapacidad manifiesta, un fiel compañero desde nuestra incipiente madurez tardía hasta el final.

Los sobrevivientes de la polio sabemos, desde hace poco tiempo, que las Secuelas Tardías de la Polio (STP) y también el Síndrome Post Polio (SPP) forman parte de ese pasaporte que nos hará transitar más rápidamente hacia nuestro final y no de manera fácil, ni mucho menos.

Pero quiero hablaros de mi vivencia en relación a la movilidad por nuestro barrio de El palo, no creo que sea muy diferente de la misma vivencia de otros afectados en otras barriadas y otras ciudades. Una certeza sobre la que quiero que reflexionemos juntos. Allá voy.

A pesar de lo desagradable, no quiero emplear la palabra terrible, de la situación personal a que nos conduce a partir de los cincuenta las STP y el SPP, en mi caso he de decir que es mucha la suerte que me acompaña: he podido comprarme una silla de ruedas motorizada, en parte desmontable, la cual me ayuda a liberarme del ostracismo, de la soledad y del tedio diario de permanecer en casa sin poder hacer casi nada. Cada día doy gracias a Dios por la familia que me ACOMPAÑA y vive mi situación desde la óptica de una familia unida, solidaria y que se alegra de las alegrías de cada uno y arropa en las situaciones de tristeza o sufrimiento de alguno de los miembros. Y además soy y me siento Cristiano, por lo que la Oración diaria me permite afrontar con la suavidad de las formas la dureza de la situación, desde la fortaleza que da la fe para poder afirmar como el Santo Job, “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, sea por siembre Bendito el nombre del Señor”

Imaginad que quiero salir de casa. Primera dificultad: mi edificio dispone de barreras arquitectónicas por las que no puedo salir por el portal como un vecino sin problemas de movilidad, debo hacerlo por el garaje tras sortear en última instancia esas escaleras de la foto, al pie de las cuales, en un trastero, reposa mi scooter cada noche (menos mal que aún puedo andar unos metros y subir con mucha dificultad esos escalones, ¡mi subida al Everest!). Pero en fin, después de casi cuatro años de discusiones en la comunidad, ya parece que a lo mejor, es posible, o quizás probable, que con suerte el año que viene se puedan eliminar dichas barreras. Eso sí, ¡Por el garaje! Por el portal principal nooooo, que se estropea y se afea con una rampa, según muchos de mis vecinos. Sin Comentarios


Como muchos sabéis soy lector empedernido y escritor aficionado. Pues bien la casa de las letras del barrio, LA BIBLIOTECA MUNICIPAL tiene inexpugnables escaleras para una persona en sillas de ruedas. Ah, claro, está el salvaescaleras de la foto. Resulta que la scooter no entra en él y no hay posibilidad de subir a por un libro. Menos mal que cuando quiero un libro, mi mujer sube por mí o bien José Luis, el bibliotecario, me los baja…











¿Y si quiero entrar en la farmacia? Un escalón impide que entre. Ocurre en casi todas las del barrio. ¿Y si quiero entrar en un comercio? En esta foto podéis ver a mi perro dentro de una tienda, con mi mujer del otro lado de su cuerda, y yo en la calle sin poder entrar. Es lo habitual en la mayoría de los comercios de la barriada. 




Lo mismo que ocurre en numerosas aceras como la de la foto de abajo, en la que el Ayuntamiento hace el rebaje pero… ¡se olvidó de rebajar el tramo superior!, por lo que no puedes subir por ahí y si te equivocas viniendo del otro lado, tendrás que desandar lo recorrido durante un buen número de metros para cruzar por otro lado.




Recientemente intenté asistir a los siguientes acontecimientos: un Concierto hace unos días en el Colegio de San Estanislao, cantar con mi coro, Manuel de Terry, en la Novena de la Virgen en la Parroquia de las Angustias, reunión del AMPA del colegio de la Asunción de mi hijo. Prestad atención y veréis cómo hube de proceder: En el primero el Hermano Ignacio me facilitó la entrada por la enfermería de los Jesuitas, (¡Biennnn!); en la Iglesia no pude entrar por la puerta principal (¡no se puede!), igual que en el colegio de mi hijo, que tuvieron que ayudarme y entrar la scooter a pulso entre varios…

Ah y lo siguiente duele. ¿Habéis visto alguna de estas acciones de falta de solidaridad ciudadana alguna vez?… pues para mi desgracia y de la gente con movilidad reducida es el pan nuestro de cada día. ¿Sabéis cuáles son las dos palabras o frases más habituales durante un paseo con mi scooter por la Barriada?
La primera: “POR FAVOR… ¿puede usted mover el coche… la moto… retirarse un poco, para que pueda pasar?”. Demasiadas veces cada día afrontar semejante muestra de insolidaridad e incivismo. 

 

La segunda: “GRACIAS”. La palabra que utilizo más veces cada día, ya que es mucha más la gente que cuando te ve por la acera se aparta para que pases, se detiene para ceder el paso, o incluso llama la atención a algún despistado para que facilite el paso, o incluso aquello de “le ayudo a entrar…, a cruzar la calle… etc.”

Para finalizar, un recordatorio agradecido. Rafael, nuestro párroco de la iglesia de San Juan de la Cruz, quien el año pasado me envió un Whatsap, “El domingo celebramos el Sacramento de la Unción de Enfermos, ¿te apuntas?”. No le respondí durante varios días. El domingo fui a la Misa Familiar, a las 11.00 h., como siempre. Llevaba días debatiéndome entre aceptar o no la Gracia que me ofrecía. No es fácil asumir una situación de enfermedad que te menoscaba las fuerzas hasta el punto de llevarte a una silla de ruedas (esperemos que algún día haya mejoría y no me tenga sobre ella a diario). Menos aún hacerla pública, aunque sea con los Hermanos en la Fe. Pero di el paso y me coloqué en el lugar reservado aquel día para que los enfermos abriésemos nuestro corazón y dejásemos que ese nuevo Sacramento nos confortase y nos diese la fuerza necesaria para afrontar, en mi caso, la dureza psicológica, física y social que los Efectos Tardíos de la Polio y el Síndrome Post Polio asolan mi maltrecha salud".

Fuente: Parroquia de San Juan de la Cruz, El Palo (Málaga).

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